A la promoción 1971-1983

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Queridos amigos:

En mis muchos años de marista (desde los 5, toda mi vida) he tenido ocasión de participar de alguna u otra forma en encuentros de promociones, especialmente como miembro de la directiva de ADEMAR-Málaga desde su «refundación», allá por 1991.

Todos los reencuentros han sido siempre entrañables; todos los recuerdos de la vida y las experiencias compartidas han servido para animar el espíritu de los participantes; los abrazos con los antiguos compañeros con los que, por diversas circunstancias, habíamos perdido el contacto, siempre han sido motivo de alegría. Estrechar la mano de aquel hermano o profesor que me ayudó a crecer y madurar siempre ha sido el más hermoso gesto de gratitud. De eso no hay duda.

No obstante, vuestra promoción (especialmente los organizadores del encuentro celebrado el sábado 19 de abril de 2008, con motivo de los 25 años de vuestra salida del colegio) ha batido tres récords. A saber:

Primero, el número de participantes. Esa tarde se impusieron 148 insignias.

Segundo, el número de antiguos profesores que asistieron al acto, en respuesta a vuestra invitación, o que enviaron mensajes de felicitación, al no poder estar personalmente con vosotros. Si no me equivoco, fuimos 20: 10 en persona, 2 por carta y 8 que enviaron de diversa manera su saludo y su felicitación.

Y tercero, el haber convocado a todos aquellos que, a lo largo de esos 12 años en el colegio, fueron vuestros compañeros, aunque no terminaran en COU. Sobre este Último tema, quisiera añadir una palabra.

Los estatutos de cualquier asociaciń de antiguos alumnos maristas del mundo establecen que una persona adquiere la condición de Antiguo Alumno Marista cuando ha estudiado en sus aulas, independientemente del tiempo o del curso en el que finalizara sus estudios.

Lamentablemente, en muchos lugares (y nuestro colegio no ha sido una excepción) a veces no nos acordamos de las personas que no han llegado hasta final de su formación en el colegio. Unas veces era porque la familia se trasladaba a otra ciudad o cambiaba de residencia y el colegio quedaba lejos; otras, era por una cuestión académica, al no ofrecer el colegio los estudios que se querían cursar (por ejemplo, la formación profesional); también había casos en los que no se podía continuar por cuestiones económicas. En cualquier caso, los colegios y las asociaciones de antiguos alumnos normalmente celebran un «acto oficial» de despedida del centro y de acogida «simbólica» en la asociación al finalizar el último curso que el centro ofrece, y no siempre nos acordamos de ellos.

Desde hace algunos años, en nuestro colegio intentamos que a ese acto asistan todos aquellos que pertenecen a la promoción que termina, independientemente de cuando dejaron el colegio. Pero esto no fue siempre así­ y muchos antiguos alumnos no han sido reconocidos oficialmente como tales, ni han recibido la insignia con las tres violetas, ni se les ha dado la oportunidad de mantener el contacto con sus compañeros en el seno de la asociación.

Hoy, cuando, 25 años después de que vuestra promoción finalizara COU en nuestro colegio, habéis preparado el encuentro, habéis dado también una maravillosa lección de compañerismo y amistad al acordaros de todos y cada uno de esos amigos que, por diferentes motivos, no hicieron el COU con vosotros.

No podéis imaginar la emoción que sentí esa tarde cuando, al imponerle la insignia a uno de esos compañeros (al que no conocía personalmente, pues yo no le había dado clase), éste me confesaba, con lágrimas en los ojos, que llevaba más de treinta años esperando ese momento.

Son muchos los motivos por los que hay que felicitar a los organizadores del encuentro y, en general, a todos (por ejemplo, por el cariño que expresásteis a los profesores), pero permitidme que yo, de modo especial, lo haga por haberos acordado de TODOS.

Gracias.

Con cariño,

Francisco Texeira.

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